Barack Obama participará, finalmente, en la cumbre de Copenhague sobre el clima y hará público un compromiso de reducción de emisiones de gases por parte de Estados Unidos a corto, medio y largo plazo, según anunciaron ayer fuentes del Gobierno norteamericano. Pero, con toda probabilidad, su presencia no se verá respaldada por una legislación del Congreso norteamericano que le permita asumir acuerdos legalmente vinculantes.
Obama estará en Copenhague el día 9, al comienzo de una cumbre que durará 12 días y antes de la llegada de la mayoría de los otros 60 jefes de Estado y de Gobierno que han anunciado su participación en la conferencia. La elección de esa fecha está plenamente relacionada con el hecho de que un día después el presidente estadounidense estará en Oslo para recibir el Premio Nobel de la Paz. La Casa Blanca ha considerado inconveniente que Obama eluda una visita a la reunión sobre el clima estando a menos de 500 kilómetros de distancia de la capital danesa.
Su participación en la cumbre representa, no obstante, un cierto balón de oxígeno para esa trascendental cita y podría estimular a otros líderes reticentes, especialmente el presidente de China, Hu Jintao, a seguir los mismos pasos.
"Creo que la participación de Obama puede resultar decisiva", declaró ayer en una teleconferencia desde Bonn el secretario ejecutivo de la conferencia, Yvo de Boer. "El mundo está observando atentamente lo que Estados Unidos pueda hacer en este asunto, tanto por sí mismo como con ayudas a los países en desarrollo".
La verdad es que, además de su presencia y de la exposición de sus objetivos, no es mucho lo que Obama puede hacer en estos momentos para que Copenhague culmine con éxito el objetivo con el que se convocó: la redacción de un tratado internacional legalmente vinculante que sustituya a los acuerdos de Kioto.
Obama acudirá a la cumbre sin el instrumento que él mismo había exigido como condición para firmar un tratado de esas características: una ley para la reducción de la emisión de gases en Estados Unidos. El presidente norteamericano no quiere repetir la experiencia de Bill Clinton, cuyo respaldo a Kioto nunca fue ratificado por el Congreso.
Las posibilidades de que el Congreso estadounidense apruebe una legislación sobre el cambio climático previa a la conferencia de la ONU siguen siendo las mismas que antes de que se conociera el viaje de Obama, es decir, casi nulas.
En su defecto, el presidente norteamericano se limitará a exponer los objetivos recogidos en el proyecto de ley que fue aprobado en junio por la Cámara de Representantes y que reposa desde entonces en un cajón del Senado.
Esos objetivos son: la reducción para 2020 del 17% de las emisiones con respecto a los niveles de 2005, una reducción del 30% para 2025, un 42% para 2030 y un 83% para 2050.
Esas metas representan un enorme avance si se comparan con la situación en la que Estados Unidos se encontraba hace apenas dos años, cuando ni siquiera reconocía la responsabilidad del desarrollo humano en el cambio climático.
El principal inconveniente para el progreso de Estados Unidos en esta materia no es, sin embargo, el punto de vista de Europa, sino la actitud de los grandes países emergentes con los que actualmente compite la economía norteamericana, como Brasil, India, Indonesia y, particularmente, China.
Es difícil que el Congreso estadounidense adopte medidas audaces para la reducción de emisiones si esas medidas no van acompasadas por otras en Pekín. Obama ha tratado en las últimas semanas de allanar el terreno para ello, pero con un éxito muy relativo.
En su reciente visita a China, Obama consiguió que los dos países expusieran de forma conjunta su preocupación por el cambio climático y su voluntad de negociar instrumentos para combatirlo. Pero no alcanzó, al menos públicamente, acuerdos concretos para salvar Copenhague.
De hecho, unos días antes, durante la presencia de Obama y Hu en la cumbre de la Asociación Asia-Pacífico en Singapur, todos los participantes en ese evento comunicaron al primer ministro danés, Lars Lokke Rasmussen, que sería imposible conseguir un tratado legalmente vinculante en la conferencia de la ONU.
En su lugar y para sacar adelante en lo posible la reunión, las delegaciones -incluidos Estados Unidos y China- negocian ahora un acuerdo de carácter político, un compromiso para seguir discutiendo sobre un texto legal con vistas a la siguiente conferencia del clima, prevista para el próximo año en México.
Un compromiso así, que podría verse facilitado por la presencia de Obama en Copenhague, le serviría al presidente norteamericano para presionar al Congreso a actuar. En última instancia, no obstante, sería necesario llegar a un acuerdo con China para que la promesa de reducción de emisiones llegara a ser una realidad.
La Unión europa valora el gesto de la Administración de EE UU de acudir a la cumbre del clima de Copenhague con una reducción de emisiones de CO2 del 17% en 2020 respecto a 2005. Sin embargo, la presidencia sueca "lamenta que el recorte de emisiones para 2020 no sea mayor" y añade en un comunicado que EE UU "puede hacer más"
"Analizaremos lo que significa la oferta y las posibilidades que existen para que EE UU alcance rebajas de emisiones más ambiciosas, por ejemplo con acciones contra la deforestación en países en desarrollo", según el ministro sueco de Medio Ambiente, Andreas Carlgren. Éste añade en la nota cierta decepción porque Obama no acuda al tramo final de la cumbre del clima, cuando acudirán los líderes de la UE y el primer ministro chino, Wen Jibao, entre otros: "El hecho de que el presidente Obama venga aumenta las expectativas, pero esperaba que participara en el encuentro de jefes de Estado y de Gobierno al final de la conferencia". Obama acudirá al principio de la cumbre, aprovechando su viaje para recibir en Oslo el Premio Nobel de la Paz.
La UE y EE UU mantienen una pugna sobre qué significa el recorte de emisiones. Europa tiene ya en marcha una lesgilación para reducir sus emisiones un 20% en 2020 respecto a 1990. Pero además se ha comprometido a bajar hasta un 30% si hay esfuerzos "comparables" de otros países, principalmente EE UU.
Ahora, los 27 debaten si el esfuerzo de Obama es suficiente. Si se toma el periodo entre 1990 y 2005, el esfuerzo es mucho menor que el de la UE, que ya ha recortado sus emisiones mientras en Estados Unidos siguieron creciendo. Pero si se toma el periodo 2005-202, la rebaja que ofrece Obama es mayor que la europea.
El Reino Unido considera que sí y valora que EE UE planea recortes drásticos a partir de 2020. España pide tener en cuenta "la inercia" de la etapa de George W. Bush y lo difícil que es revertir esa tendencia. Los países del Este de Europa, con gran cantidad de carbón, no quieren no oir hablar de reducir aún más las emisiones.